
Una de mis fiestas bíblicas favoritas es Purim, porque la historia detrás de esta celebración es verdaderamente colorida y cautivante. De hecho, podría ser el guión para una gran película de acción y suspenso que mantendría al público sentado a orillas de su silla hasta la última escena.
Para aquellos que quizás no estén muy familiarizados con los detalles de Purim, voy a resumirles la historia, y luego haré unas aplicaciones para nuestra vida diaria. Sin embargo, sería mucho más provechoso para usted si leyese la historia directamente de la Biblia – no será decepcionado.
Hace 2,500 años, el rey Asuero (Jerjes) reinaba sobre el vasto imperio antiguo de Persia. El imperio constaba de 127 provincias, y se extendía desde lo que es hoy día India hasta Etiopía. Durante el tercer año de su reinado, decidió hacer un gran banquete de 180 días en la ciudad capital de Susa, e invitó a todos sus príncipes, nobles, oficiales y líderes militares. Extendiendo la fiesta otra semana más, hizo luego llamar a su reina Vasti para que apareciera con su corona y ropa real delante del pueblo. Ella rehusó ir, y el rey entonces la expulsó del reino.
Deseando el rey otra reina, sus ayudantes decidieron buscar a la mujer más bella de entre el reino en sustitución a Vasti. Trabajaba en el palacio un hombre judío de nombre Mardoqueo, el cual había sido llevado cautivo a Babilonia por el anterior rey Nabucodonosor. Mardoqueo tenía una prima de nombre Hadasa, quien había quedado huérfana, y la había criado como a su propia hija. Hadasa, o Ester, era extremadamente bella, y cuando Mardoqueo supo que estaban buscando una reina, le sugirió que compitiera en el gran “concurso de belleza.” Ella fue aceptada como candidata, además de otras tantas, y a cada una le brindaron 12 meses de tratamiento especial con perfumes y aceites de belleza. Ester era la favorita de todos, y cuando fue llevada ante el rey, ella también halló gracia delante de sus ojos, y la seleccionó como su nueva reina.
Poco tiempo después, dos de los guardas reales planeaban asesinar al rey, pero el plan fue descubierto por Mardoqueo, y avisó al rey por medio de Ester.
Confirmaron que era cierto, ejecutaron a ambos guardias, y el asunto quedó registrado en los anales del rey. Durante ese tiempo, el rey Asuero nombró a Amán, un amalecita, como jefe de todos los príncipes.
Éste exigía que todos le hicieran reverencia, pero día tras día Mardoqueo rehusaba rendirle homenaje, lo cual llenó de ira a Amán. Le informaron que Mardoqueo era judío, y decidió no sólo destruirlo a él, sino al pueblo judío completo que se encontraba en Persia.
Amán convenció al rey de que había un pueblo en su reino que era obstinado y peligroso, y que tenía que ser destruido. Sin decir cuál era ese pueblo, Amán ofreció diez mil talentos de plata a la tesorería para exterminar a ese pueblo.
El rey dio su permiso, y echaron suertes (o ‘purim’ en el idioma de ellos) para saber en qué mes y año deberían poner en acción el funesto plan de exterminar a todos los judíos. La suerte cayó en el día 13 del mes de Adar, y Amán promulgó un decreto para que ese día todo ciudadano en el imperio matara a sus vecinos judíos.
Cuando Mardoqueo supo del plan, se vistió de cilicio y ceniza en señal de luto por la sentencia que amenazaba a su pueblo. Ester se enteró del luto que llevaba Mardoqueo, y envió preguntarle la razón por su llanto y dolor.
Mardoqueo le contó lo que estaba a punto de acontecer, y le pidió que intercediera por el pueblo delante del rey. Pero ver al rey no era cosa sencilla. Aún la esposa tenía que esperar a que el rey la mandase a buscar. Si se aparecía ante el rey sin su permiso, le esperaba una muerte inmediata, a menos que el rey levantara su cetro en señal de aceptación. Pero Mardoqueo le exhortó que lo intentara, diciéndole: “¿quién sabe que si para esta hora has llegado al reino?” (Est. 4:14).
Ester decidió correr el riesgo, y pidió que todo el pueblo judío estuviese orando y ayunando por ella.
Al tercer día fue a ver el rey. Cuando la vio, levantó su cetro en indicación de que podía acercarse. Ella lo invitó a una cena especial, junto a Amán, quien se sintió enormemente alagado por haber sido invitado a una cena privada con el rey y la reina. Luego del banquete, el rey estaba tan contento que le ofreció a Ester hasta la mitad de su reino. Sin embargo, Ester simplemente invitó al rey y a Amán para otra cena la próxima noche, y le dijo que entonces le respondería.
Mientras Amán salía del palacio esa noche, vio al despreciado Mardoqueo que no le quería rendir homenaje. Se sintió tan enfurecido, que cuando llegó a su casa construyó una horca para colgarlo allí al día siguiente. No quería tener que verlo otro día más.
Sin embargo, esa misma noche el rey no podía dormir, y pidió que le trajesen sus anales reales. Descubrió que nunca había recompensado a Mardoqueo por haberle advertido del complot para asesinarlo. Al día siguiente, el rey llamó a Amán. Sin decirle a quién pensaba honrar, le preguntó qué podía hacer para demostrar su aprecio y favor especial. Amán creía que se refería a él, y le respondió: “Para el varón cuya honra desea el rey, traigan el vestido real de que el rey se viste, y el caballo en que el rey cabalga, y la corona real que está puesta en su cabeza; y den el vestido y el caballo en mano de alguno de los príncipes más nobles del rey, y vistan a aquel varón cuya honra desea el rey, y llévenlo en el caballo por la plaza de la ciudad, y pregonen delante de él: Así se hará al varón cuya honra desea el rey” (Ester 6: 7-9).
Le agradó la sugerencia al rey, y ordenó que hiciera eso mismo con Mardoqueo. ¡Cuánta humillación sintió al tener que honrar al hombre que tanto odiaba! Esa noche en el banquete, Ester le contó al rey que alguien planeaba destruirla junto con todo el pueblo judío del imperio, inclusive Mardoqueo. El rey se enojó grandemente, y le preguntó quién era ese hombre. Ester le contestó: “…El enemigo y adversario es este malvado Amán” (Ester 7:6). El rey salió apresurado de la sala del banquete para pensar qué debería hacer con Amán. Cuando regresó, halló a Amán sobre la reina Ester implorando su piedad, y pensó que la estaba atacando. En ese momento, uno de los asistentes informó al rey acerca de la horca que Amán había preparado para Mardoqueo, y el rey ordenó colgar allí a Amán.
Aunque el rey no podía revocar el primer edicto, dio permiso para que el pueblo judío se defendiera de sus enemigos a nivel de todo el reino. Entregó todas las propiedades de Amán a Ester, y elevó a Mardoqueo a la posición de Amán en su corte. El 14 del mes de Adar, “…en cada provincia y en cada ciudad donde llegó el mandamiento del rey, los judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer” (Ester 8:17).
Purim no es simplemente una historia vieja de más de 2,500 años. Tiene relevancia hoy día, aún para los cristianos. Veamos qué podemos aprender los cristianos:
LECCIÓN #1: EL ANTISEMITISMO SE ENCUENTRA EN TODAS PARTES
La primera lección que podemos aprender de la fiesta de Purim es que existe una tendenciainherente en los seres humanos para odiar y confabularse contra el pueblo judío. Éste es uno de los malesmás extraños y persistentes de la humanidad, y es tan antiguo como la Biblia misma. Casi todas lascivilizaciones han sido infectadas con el nefasto anti-judaísmo o antisemitismo, tanto antiguas como modernas. Se ha manifestado a través de incontables faraones egipcios, desquiciados reyes como Herodes y crueles déspotas como Hitler. ¡Se puede observar en países donde ni siquiera existen los judíos!
Parece que el pecado del antisemitismo, el espíritu de Amalec, es una condición creada en las mismas entrañas del infierno, y se difunde en cada sociedad de todas las épocas. La razón para este odio sobrena- tural hacia los judíos es la relación especial que tienen con Dios. Pero el diablo no ha logrado destruir al pueblo judío. Si lo hubiese hecho hace 2000 años, hubiera evitado la llegada de Jesús el Mesías como Salvador del mundo. Aún hoy, dado que todavía son especial ante los ojos de Dios (Zac. 2:8), son objeto de ataque extraordinario, al igual que lo son muchos cristianos en ciertas partes del mundo. Las fuerzas satánicas siempre procuran destruir la obra de Dios.
Sin embargo, el brazo de Dios no se ha acortado, y finalmente ejecutará Su juicio contra aquellos que persiguen a Su pueblo. Cuando Dios hizo Su pacto con Abraham, lo que incluía la tierra de Israel, le dijo: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré” (Gén. 121:3).
Muchas naciones se han encontrado en las páginas del olvido por haber perseguido a Israel. Uno de esos primeros protagonistas fue la antigua nación de Amalec, quien fue inmisericorde con los israelitas mientras atravesaban el desierto. El Señor ordenó a Moisés que borrara totalmente la memoria de Amalec una vez se establecieran en la tierra: “Acuérdate de lo que hizo Amalec contigo en el camino, cuando salías de Egipto; de cómo te salió al encuentro en el camino, y te desbarató la retaguardia de todos los débiles que iban detrás de ti, cuando tú estabas cansado y trabajado; y no tuvo ningún temor de Dios. Por tanto, cuando Jehová tu Dios te dé descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad para que la poseas, borrarás la memoria de Amalec de debajo del cielo; no lo olvides” (Deut. 25: 17-19).
En otras palabras, los israelitas debieron haber destruido esa malvada nación por completo, pero no lo hicieron. Tristemente, la semilla física y espiritual de Amalec parece haber sobrevivido hasta hoy día. Todavía arde en los amalecitas el antiguo odio hacia el Pueblo del Pacto, y constantemente están tratando de tornar la opinión mundial en su contra.
Algunos años más tarde, el rey Saúl también fue dado esa encomienda, pero desobedeció, y Amalec (descendiente del primero) sobrevivió. Leemos en 1 Samuel 15:17b-19: “…Aunque eras pequeño en tus propios ojos, ¿no has sido hecho jefe de las tribus de Israel, y Jehová te ha ungido por rey sobre Israel? Y Jehová te envió en misión y dijo: Ve, destruye a los pecadores de Amalec, y hazles guerra hasta que los acabes. ¿Por qué, pues, no has oído la voz de Jehová, sino que vuelto al botín has hecho lo malo ante los ojos de Jehová?” (1 Sam. 17-19).
De hecho, fue un amalecita quien mató a Saúl luego de haber fracasado en su esfuerzo por suicidarse. Leemos en 2 Samuel que un prisionero del campamento de Saúl llegó a donde David para darle la noticia.
Cuando David le preguntó cómo había sucedido todo, le hizo el siguiente relato: “Casualmente vine al monte de Gilboa, y hallé a Saúl que se apoyaba sobre su lanza, y venían tras él carros y gente de a caballo. Y mirando él hacia atrás, me vio y me llamó; y yo dije: Heme aquí. Y me preguntó: ¿Quién eres tú? Y yo le respondí: Soy amalecita. El me volvió a decir: Te ruego que te pongas sobre mí y me mates, porque se ha apoderado de mí la angustia; pues mi vida está aún toda en mí. Yo entonces me puse sobre él y le maté…” (2 Sam. 1: 6-10a).
Más adelante, en 1 Samuel 30:18, leemos que “libró David todo lo que los amalecitas habían tomado, y asimismo libertó David a sus dos mujeres” (1 Sam. 30:18).
Cientos de años después de la desobediencia de Saúl, Amán el amalecita se levantó para oprimir a los judíos en Persia (Ester 3:1).
Como mencionamos anteriormente, Hitler no fue el primero en venir con la idea de una “solución final.” La furia de Amán no sólo fue contra Mardoqueo, quien rehusaba arrodillarse ante él, sino también contra su pueblo, todos los judíos en el reino de Asuero, incluyendo los de la tierra de Israel (Ester 3:6). El odio de Amán no tenía límites. Por medio de un sistema de suertes (‘purim’), determinó la fecha exacta en que iba a realizar su exterminio.
El plan de Amán pudo haber funcionado si Ester no hubiese arriesgado su vida, acercándose al rey de una manera astuta para ponerle fin a su maquinación. Este alocado amalecita fue colgado en la misma horca que había preparado para Mardoqueo, y los judíos pudieron defenderse en ese fatídico día 13 de Adar.
Las comunidades judías alrededor del mundo conmemoran la forma en que Dios los libró de su destrucción por medio de la fiesta de Purim. Por encima de la risa y el jolgorio de la gente casi se oye la risa de Dios mismo, como si Dios se estuviese burlando de Amán y de tantos otros hombres y naciones que se han atrevido ir en contra del amado pueblo de Dios.
El Salmo 2: 1-4 dice así: “¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos” (Sal. 2:1-4).
LECCIÓN #2: DIOS REDIME A SU PUEBLO
Ha habido incontables esfuerzos deliberados por destruir al pueblo judío. Como ejemplo, podemos nombrar al faraón de Egipto, Amán, los sirios bajo Antíoco Epífanes, los romanos, las cruzadas, la inquisición, los pogromos de Rusia y la “solución final” del siglo 20, organizado por Hitler y los nazis. Hoy día, las fuerzas islámicas perpetúan el odio a través de su incesante ‘jihad’, o guerra santa, para “echar los judíos al mar.” Sin embargo, el pueblo judío ha sobrevivido cada maquinación, pero sus enemigos han desaparecido.
De hecho, ¡los judíos fueron librados nuevamente de su destrucción durante una celebración de Purim en la década de 1950! Jose Stalin, dictador de la antigua Unión Soviética, quería deshacerse de su “problema de los judíos”. Estableció unas barracas en Siberia y Kazakistán para enviar allá a millones de judíos de todas partes de la Unión Soviética, donde terminarían congelados y hambrientos. Durante varios meses, dirigió una campaña bien orquestada contra los judíos, acusándolos de toda clase de crimen contra el pueblo ruso. Como toque final, el plan era publicar en marzo de 1953 una carta supuestamente firmada por los líderes de la comunidad judía, donde rogaban ser protegidos de la ira popular y pedían ser enviados a Siberia. El gobierno respondería afirmativamente a su petición en “gesto humanitario.” Gracias a la intervención de Dios, la carta nunca fue publicada por causa de la inesperada muerte de Stalin. El pueblo judío fue librado de su deportación forzosa, algo semejante a la forma milagrosa en que fueron salvados durante el primer Purim. Más tarde, salió a la luz la verdad acerca de esa campaña anti-judía de Stalin.
También hubo otra redención milagrosa en Purim, tan recientemente como 1991, al final de la Guerra del Golfo. Saddam Hussein fue vencido y dejaron de llover los misiles sobre Israel. Recuerdo haber estado en un café en el paseo peatonal de Ben Yehuda en Jerusalén, mientras miles de israelíes celebraban Purim. Era desbordante su alegría al poder retirar sus máscaras de gas, salir de sus habitaciones selladas, y dar gracias a Dios por haberlos librado una vez más de su enemigo.
Para nuestra vergüenza, la “Iglesia” también tiene sus manos manchadas con sangre, ya que muchos han sido los ataques perpetrados por supuestos cristianos contra el pueblo judío. Los que realizaron este tan grave mal hicieron caso omiso a las enseñanzas de Pablo en Romanos 9-11. Pablo enseñó sobre el tipo de relación que debería existir entre los cristianos y los judíos, aclarando que Dios no había abandonado a los judíos, sino que: “…son amados por causa de los padres” (Rom. 11:28).
Se está levantando una nueva ola de antisemitismo a nivel mundial. ¿Está usted dispuesto a arriesgar su posición social o “buen nombre” por defender a los judíos en su localidad, así como lo hizo Ester?
Es posible que Dios se lo pida como parte de su expresión cristiana y su amor por el pueblo judío. Tristemente, muchos cristianos no han estado dispuestos a aceptar ese llamado. Aunque quizás algunos no participen directamente en la persecución, el antisemitismo cristiano también se puede manifestar en indiferencia hacia el pueblo judío durante sus momentos de necesidad.
Durante estos últimos años, he observado cómo muchos creyentes verdaderos comprenden su conexión espiritual con el pueblo judío a medida que leen las Escrituras, y el Espíritu Santo nos cerca cada vez más los unos a los otros.
Efesios 2:11-14 dice: “Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación.”
Ahora que hemos sido injertados en el buen olivo junto con Israel, somos hijos adoptivos de Abraham y coherederos de los pactos, las promesas, la esperanza y aún la ciudadanía de Israel. Es nuestra responsabilidad combatir las fuerzas malignas que luchan contra Israel y contrarrestar el antiSemitismo dondequiera se encuentre. Si existe entre los círculos cristianos, más fuerte debe ser nuestra postura a favor de Israel. Debemos decir firmemente como Rut, la moabita, a su suegra: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré.
Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios” (Rut 1:16).
Gracias a la sangre de Yeshúa (Jesús) el Mesías, esta declaración la podemos hacer también los cristianos. No siempre es fácil tomar esta postura. Cuando veamos a nuestros parientes espirituales bajo ataque, seamos instrumentos para protegerlos y librarlos. Estemos dispuestos a arriesgarnos, así como lo hizo Ester, y veamos cómo Dios obra milagrosamente para defender a Su pueblo.
LECCIÓN #3: DEBEMOS ARRIESGARNOS PARA DEFENDER AL PUEBLO JUDÍO
He aquí otra lección que podemos aprender de la historia de Purim, y es que debemos ser arriesgados para Dios en beneficio del pueblo judío. En Ester 4:13-14 leemos que Mardoqueo, el primo de Ester, le dijo que tendría que arriesgar su vida si quería salvar a su pueblo.
“No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” No era propósito de Dios que Ester compitiera en ese concurso de belleza meramente para vestir lindos vestidos un año, y luego “seis meses con óleo de mirra y seis meses con perfumes aromáticos y afeites de mujeres” (Est. 2:12).
Dios permitió que llegase al reino de esa manera para utilizar a Ester en el cumplimiento de Su voluntad. En otras palabras, Mardoqueo estaba diciendo lo siguiente a Ester: Dios es soberano, y si tú no actúas según Su propósito, Dios podrá proveer la solución y liberación para los judíos por otro medio, pero tú no escaparás, sino que perecerás. Dios te ha llamado para este papel especial en el Reino de Dios, para una hora como ésta. Ester tenía que cumplir el propósito de Dios para su vida en ese momento específico, y saldría victoriosa. Ese es el concepto hebreo de ‘meiserat nefesh’, o sea, “entregar la vida de uno por el bien del otro.”
¡Dios había puesto a Ester en el trono para salvar al pueblo judío! Dios quería que ella fuese parte de esa bendición.
Como creyentes en Yeshúa el Mesías, somos parte de ese real sacerdocio y pueblo santo (1 Ped. 2:9).
Sin embargo, no debemos imaginar que hemos sido llamados para permanecer sentados sin hacer nada y ser mimados por Dios. Tendremos que atravesar algunas batallas fuertes y sufrir mucho dolor en defensa de Su pueblo, pero finalmente el Señor promete intervenir. Tenemos que esforzarnos, y Él nos ayudará para alcanzar la victoria.
Dios nos ha puesto en esta tierra para acrecentar Su reino, trabajar para la redención del mundo y defender a Su pueblo. Ésto implica tener que pelear una fuerte batalla, aunque no nos agrade. Para ello, necesitamos toda la armadura de Dios y vestirnos de protección espiritual, según leemos en Efesios 6:10-18.
A medida que se acerquen los días postreros y el regreso de nuestro Mesías, el Pueblo de Dios sufrirá mayor ataque aún. Eso es especialmente cierto cuando nos declaremos abiertamente a favor de Dios y los asuntos de Su reino en esta tierra, que incluye a Israel y el pueblo judío. Así como Dios esperaba que hiciera Ester, nos podrá pedir que entreguemos nuestra vida en bien del pueblo judío. Muchos cristianos verdaderos se arriesgaron durante la Segunda Guerra Mundial para defender a los judíos de los nazis. Jesús dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Jn. 15:13-14). También dijo: “… el que pierde su vida por causa de mí, la hallará” (Mat. 10:39). ¿Estamos dispuestos a que Dios nos use para defender al pueblo judío?
ENFRENTANDO DESAFÍOS PERSONALES CON DIOS
Enfrentaremos muchos momentos desafiantes mientras realizamos el trabajo que Dios nos ha encomendado. ¿Está usted preparado para ser atacado cuando declara abiertamente su fe en Jesús como su Señor y estar a favor del pueblo judío? David era un hombre recto según el corazón de Dios. Aunque Dios le prometió la victoria, todavía tenía que salir a luchar contra los enemigos de Israel. No debemos esperar que sea diferente con nosotros. Jesús dijo: “…El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán…” (Jn. 15:20).
Aunque nos podamos regocijar por ser un sacerdocio real y tener una posición especial delante de Dios, así como Ester, nuestro deber en este mundo es hacer la voluntad de nuestro Padre. Podrían acontecerle ciertas situaciones difíciles, pero le prometo que si permanece cerca de Dios y Su voluntad, finalmente verá la victoria. Así como hizo con la reina Ester, Dios le librará. Pero deberá estar dispuesto a bus- car del Señor con todas sus fuerzas, escudriñar las Escrituras, y conocer la voluntad de Dios respecto al mundo y su persona. Luego, a medida que camina en la Luz y pelea la buena batalla, saldrá victorioso.
Debemos tener un sentido claro de los propósitos de Dios, lo cual el mundo no entiende. El mundo busca metas vanas, como el poder, las posesiones materiales y una vida fácil, inducido por la avaricia, los deseos de la carne, y una vida egocéntrica que busca sólo el beneficio propio. Esta vida mundana también puede contaminar la vida del creyente, porque los medios de comunicación y los anuncios publicitarios promueven la vida sensual. Si buscamos sólo la satisfacción del momento, terminaremos totalmente vacíos. Las Escrituras dicen: “Donde no hay visión, el pueblo se extravía…” (Prov. 29:18, NVI).
Permítame preguntarle de nuevo: ¿Está usted preparado? ¿Conoce en su corazón el llamado y el propósito de Dios para su vida? ¿Es el deseo de su corazón definirse del lado del Reino de Dios y su justicia, aunque su vida corra peligro? Mardoqueo dijo a Ester que Dios podría encontrar a otro para hacer cumplir Sus propósitos, pero ella perdería esa bendición. ¿Perderá usted la bendición que Dios le ofrece sólo porque la tarea se ve muy grande y arriesgada? Si rehúsa ser instrumento de Dios para evidenciar Su gloria y poder, lo hará de algún otro modo…sin usted. Entonces saldrá realmente perdiendo. Yo no quiero perder esa bendición, ¿y usted? Recuerde lo que Pablo enseñó: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13).
Debemos comprometernos y arriesgarnos para responder al llamado de Dios. Cuando respondamos a Su llamado, Él dará la forma de cumplir Su voluntad, así como lo hizo con Ester.